El lápiz
Inventar algo no es fácil: aunque se puede despertar un día diciendo "voy a inventar una cosa útil hoy", de ahí a lograrlo hay mucho camino. Muchos de los inventos han sido producto de la casualidad, algunos surgieron por accidente, mientras otros lograron hacerse realidad por la insistencia de sus creadores, que no se dieron por vencidos y después de muchos intentos dieron con lo que estaban buscando.
Y si bien después muchos de esos inventos se han vuelto populares y los usamos hasta el día de hoy, casi nadie se pregunta cómo es que a alguien se le ocurrió inventar una cosa como ésa.
En esta serie, queremos explorar este tema y re-descubrir aquellas cosas que nos parecen simples, pero que en realidad no lo son tanto y requirieron bastante ingenio para ser creadas. Partimos con uno sencillo: el lápiz grafito.
Todos hemos usado lápices grafito o "lápiz mina", para dibujar o hacer cálculos en el colegio, para marcar maderas en carpintería, etc. La ventaja es que se puede borrar del papel si te equivocaste en el cálculo. Y aunque parece que es una cosa muy simple, el lápiz grafito no existió como lo conocemos hasta 1795, y su creación estuvo poco relacionada con el ámbito artístico: fue creado durante la guerra.
En 1795, el oficial francés del ejército de Napoleón, Nicholas Jacques Conte, recibió una tarea de parte de uno de los Ministros de Guerra, Lazare Carnot: crear un lápiz que no dependiera de las importaciones extranjeras.
En esos tiempos, lo que se usaba para dibujar y para hacer trazados eran (además de la tinta y las plumas) varillas de grafito puro envueltas en papel o tela. Inglaterra tenía las mayores minas de grafito de Europa, lo que le trajo grandes riquezas a la isla. Además de servir para escribir o marcar ovejas en el campo, el grafito se utilizaba en los moldes de balas de cañón debido a su resistencia al calor, lo que hizo que el gobierno de Inglaterra tomara el control de las minas.
El problema para Francia fue que Inglaterra impuso un bloqueo económico, que dejó a los galos sin acceso al material inglés.
Con menos grafito disponible, Carnot, que estaba a cargo de organizar al Ejército Revolucionario Francés, que fue el que puso a Napoleón en el poder en Francia y derrocó al Rey Luis XVI, no podía malgastarlo en lápices.
Además de mandar a fundir campanas para conseguir cobre y conseguir químicos para que hicieran rendir mejor el salitre para pólvora, Carnot le solicitó a Conté que creara un lápiz que no usara tanto grafito.
Conté, quien además de soldado era pintor y experto en globos aerostáticos, comenzó a buscar una manera de obtener un lápiz que permitiera dibujar, pero que no requiriera usar varillas completas de grafito. Luego de varios días de investigación, Conté tuvo la idea de mezclar polvo de grafito (de modo que se pudieran usar las sobras del material) con arcilla, cocer la mezcla y presionar la masa entre dos mitades de un cilindro de madera.
Así, nació el lápiz moderno. Según la cantidad de arcilla se podía regular la dureza del lápiz. Esta mezcla todavía se usa hoy en los lápices, determinando si es H, HB o B. Conté patentó su invención en Francia, que luego se popularizó y comenzó a utilizarse en diversas fábricas, agregando más adelante accesorios como la goma de borrar.
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